Monday, January 31, 2005

Estaba pensando en escribir sobre el tema obvio del día, pero no lo hice, ahora no sé si tengo ganas pero vamos a intentarlo en virtud de que estoy demasiado nerviosa porque me ofrecieron un trabajo y no se que hacer.
Justamente lo que quiero dejar de hacer es pensar en el trabajo, así que: basta.
Escribir:


El tema obvio del día:


LA LLUVIA.


Hoy salí a la calle con mi paraguas roto (el plateado, el hecho mierda, el no-paraguas, el que acumula agua porque tiene algo así como "el arco vencido" y la tela en vez de rebotar el agua la acumula y complota con el viento para que te mojes la cara.) y fue todo muy gracioso porque quería deshacerme de él y no podía, no podía.
Pensaba en como asesinaron Oliveira y La Maga a un paraguas tirándolo en una plaza de París, y en la esquina de Córdoba y Alem sentí que me faltaba el glamour. Que había que hacer una ceremonia.
Y me puse a recordar a mis anteriores paraguas, de un día que iba al colegio y llovía demasiado y hacía demasiado viento (al punto tal que no nos pusieron el ausente - sí, me sentí estúpida por haber ido), y se me dio vuelta el paraguas negro, me sumergí hasta cerca de las rodillas (soy una persona alta) y un taxi (al cual le grité, y quisiera haberle golpeado el capot) me llenó de agua y casi me pisa. La cuestión es que me agarró un enojo tremendo para con el maldito paraguas (totalmente dado vuelta y con los alambres fuera de cauce) y quise llevarlo al patio del colegio para pisotearlo junto con mis pocos compañeros presentes en el colegio. Después pensé en incendiarlo, pero seguía lloviendo. Hoy he madurado y creo que lo de quemarlo hubiera sido muy peligroso. Bueno, la cuestión es que me lo olvidé al salir, y en la misma puerta de entrada recordé haberlo olvidado, pero no subí a buscarlo. Fin de la anécdota.

(No sé por qué escribí esta anécdota, que además es de hace 5 años, pero bueh. Estoy nerviosa y tengo que escribir. Además me gusta contar anécdotas. Parezco una vieja. Pero bueh, quizás entonces todo me suceda a la inversa y llegue a los 80 joven, bella y sin ganas de contar anécdotas. Pero a decir verdad no quiero. Porque contar anécdotas está buenísimo.)


Bueno, hoy:

Hoy me tomé el 130 escuchando Talking Heads para hacerle el fackiu a la lluvia, y más que nada por que me gusta escucharlos. Pasé por los Lagos de Palermo, totalmente inundados, y pensé en los días en que viajaba en las Interisleñas por Tigre. Fue gracioso.
(quizás algún día hable del río también)
Estaba con mi única campera impermeable, una que de un lado tiene polar y me queda chica. Como me queda más chica cuando la doy vuelta para que sea impermeable, decidí usarla del lado del polar, como idiota que soy, pero bueh, del otro lado tampoco hubiera funcionado. Porque me queda muy chica y no tiene bolsillos, y es impermeable pero tarda demasiado en secarse. Bueh.
Entonces pensé: ¿que se pondrán hoy los boludos/as de Catalinas?
(Catalinas: tema aparte. Envidia por sueldos. Ofensas arquitectónicas, algunas. Uh, César Pelli. Al margen de sus sueldos y edificios, para mí son medio boludos. Sin ofender a nadie. El que trabaje en Catalinas y se ofenda, que venga y me responda, loco.)
Había dos mujeres con sus pilotitos y zapatos altos y paraguas enormes. Ah, de paso, necesito un piloto, ya les expliqué lo chica que me queda la campera.
También había un boludo (porque sí, era boludo, para mí que lo era.) (diganmé prejuiciosa, pero uds. no lo vieron, para mí que era un boludo). Tenía saco y corbata y encima un impermeable de la cerveza Guinness (me lo veo frecuentando los pubs de Retiro, esto lo digo sin perjuicio de los no-boludos que allí concurran) y tenía un paraguas grande, no roto, que le envidié. Lo más interesante fue que cuando se dio vuelta vi que tenía una mochila tejida como muy muy muy hippie y de colores. Fin de la anécdota? No sé que es lo que dije.

Ya de entrada les aclaré que escribo porque sí. En realidad, todas las demás veces escribí porque sí, pero bueh, aquí les aclaré que estoy nerviosa y que lo que escriba va a ser inevitablemente incoherente. No se quejen. O quéjense, bueh.

Bueno.
Me bajé del colectivo, había un árbol, pensé en ofrendarle el paraguas, no lo hice.
Alem y Córdoba, había un señor vendedor de paraguas, pensé en comprarle uno, no lo hice.
Subí por Córdoba y hacía demasiado demasiado viento, me daba risa. Cerré el inútil paraguas. Me puse la capucha (me queda chica) y le ajusté las soguitas para que me apretara más, transformándome yo en un elfo ridículo. Frío. Viento. Lluvia.
Después vi a un señor con un paraguas en el mismo estado que el mío, y me dio mucha risa.

Sí, para uds. no es gracioso, pero bueh, era gracioso en ese momento. El señor mojándose mucho sosteniendo el paraguas totalmente al pedo.

Córdoba y Florida, vendedor de paraguas. Vicky meditó. Pero no, no le voy a dar el gusto a este señor, el me reconoce, sabe que soy la del paraguas ridículo. Cree que le voy a terminar comprando. Pero no le dí el gusto, además los paraguas negros como que me molestan. Y estoy pensando en comprarme uno enorme pero soy de esas locas que se llevan el paraguas a veces aunque esté lindo, nomás porque el de TN lo dijo. Maldito TN. Pero con el pronóstico la pegan!
La cosa es que no sé si estoy preparada para llevar un lindo, enorme y útil paraguas por toda la ciudad en días en que amenaza llover. Prefiero tener un modesto y pequeño paraguas de mano.

Pero este, lo tengo que tirar. Pensé en golpearlo contra un poste en Córdoba y Maipú, así como en un acto catártico, pero no me animé. Ahora que he madurado me doy cuenta de que no hubiera sido una buena actitud porque la gente se hubiera asustado / reído / llamado a la Policía (en caso de ser un turista extranjero, que se asusta más que el lustrabotas que está frente a la Asoc. Estímulo --- nota al pie: hay un mural en la pared de esa asociación, firmado por un tal "Terríbili". Debía decírselo , disculpen---).


Bueno, la cuestión es que el paraguas está acá, al lado del tacho de basura (no adentro, donde debería) y me cuesta dejarlo ir. Al día de la fecha podría decirse que estoy sin paraguas y cargando con un paquetito plateado que nunca termina de secarse.


Ah, después de todo esto, salí a almorzar y me crucé con David, hablamos muy rápido, me comí unas papas fritas y después vimos, del lado de enfrente, a Ronnie Arias, mirando el edificio de Christophersen del que ya hablé. Inentendible.

Fin de la anécdota.

1 comment:

Fran Lopez said...

cuando llueve está bueno.
cuano no llueve, también está bueno.

y también, a veces, hay playa.
gracias por eso.