Tuesday, January 02, 2007

Historia Noruega

A veces me da verguenza escribir, aunque la mayoría de las veces me cuesta empezar porque la emoción se me hace indescriptible. Sí, supongo que describo, más que nada, emociones, además del Otto Wolf y los cuadros y los árboles y qué se yo que otra cosa.

En un punto, me siento afortunada. Y agradecida. Más que nada eso.

Muchas veces me siento una idiota -como ahora - una idiota sensible - como ahora - y a veces una idiota de otro modo - no es el caso.

La verdad es que no me entiendo a mí misma. No entiendo esta mezcla de alegría y tristeza, de llorar de contenta, o de qué, llorar de qué? Es muy raro, no se si será por contraste, pero me acuerdo de un millón de cosas, y me siento agradecida. De que haya pasado todo lo que pasó. No sé. Una afortunada cadena de sucesos.
Pensaba, pienso, en ese nexo que vincula las cosas, en esa "pauta que conecta" en esa suerte que encadena todo, y, qué se yo, me pone contenta. Idiota, no? Idiota pensar que qué lindo es que uno -y todo- esté librado a la suerte. Qué suerte que exista la suerte.

Estoy leyendo -voy aprendiendo a citar, a leer, o al menos a decir que estoy leyendo- un libro sobre Woody Allen, que me parece un desastre, que me da verguenza prácticamente leer en público (bah, no me da verguenza, pero me parece algo tan estúpido e infantil el hecho que me dé o diera verguenza, que me gusta, y me río y me gusta leerlo en publico de alguna manera transgrediendo y a conciencia de mi propia estupidez, como disfrutando de ser una tonta). En fin. Sí, el libro es un desastre, el prólogo - ensayo introductorio - la mitad del libro es bastante penosa, más que nada porque un tal Schinkel se ufana de saber tanto tanto y bla bla bla sí sí sí agarré un lápiz negro y subrayé cosas. Sí sí sí. Pero no de lo que dijo este señor S. sino el Sr. Allen, porque, bueno, por algo lo compré no? Bonita entrevista al señor. Paso a citar.

(es hasta incómodo tomarse el tiempo de agarrar el libro, buscar la cita, concentrarse, ir más despacio y dejar de escribir para transcribir - reescribiendo, obviamente - e ir más lento. Creo que en parte es aprender a escribir mejor, eso, el parar un poco. O... detenerse un segundo y darle un ratito a las ideas para que se acomoden, se desacomoden o se vayan, lo cual es un riesgo, pero es... nuevo)

(en los cinco minutos que pasaron, y entre los dos pedazos de pan que me comí y el medio vaso de agua que me tomé, me pregunté, ¿para qué incluir la cita? ¿qué quiero decir con esto? ¿como se conecta? má sí, tirá la cita, por favor, que tengo ganas de leerla - me respondí).

"Para mí tener confianza en la magia es realmente la única manera de librarnos del caos que nos envuelve. Si no concebimos una solución mágica que nos libre de ese caos no conseguiremos solución alguna, y eso entronca con mi idea de que la suerte desempeña un rol de capital importancia [en esta vida]*. Necesitamos algo de magia o de lo contrario no saldremos de ésta"

*N. de la R. (de la R??): por qué pone eso entre corchetes? La entrevista está plagada de aclaraciones innecesarias. Sí, es un libro muy malo, como libro, malísimo. Suerte que habla Woody Allen, si no, ni lo hubiera comprado. Igual, creo que no hubiera habido libro siquiera.
En fin, no entiendo si la aclaración es del compilador, del redactor, del traductor o si es que Woody lo dijo en voz muy baja, o en idish, o qué, bueno, quién sabe.

Ahora el sr. Schinkel se refiere al final de Manhattan (pero no lo voy a citar a Schinkel porque me cae mal, pregunta mal, y además, tiene un traductor horroroso. Aunque eso no es su culpa.)

El final de Manhattan. Cuando Alvy, Allen, o quien sea que sea ese personaje que Woody interpreta (él dice que no es él mismo, pero bueno, todos creemos que és el, así que nada, creamos), empieza a enumerar una lista sobre los placeres de la vida. Creo que es una de mis escenas preferidas de todas las películas que he visto. Recuerdo la voz en off, y no me acuerdo bien de las imágenes que le correspondían, aunque estoy casi segura de que eran imágenes de la ciudad, de sus edificios y sus puentes, del restaurant de la esquina, de Diane Keaton paseando un perro blanco, de la calle, más que nada de un puente, de un puente en la bruma, o en el rocío, cuando está por amanecer.
Menciona al cangrejo de no sé qué lugar, entre otras cosas - que googlearé después, no ahora - y es... tan lindo. En la entrevista después habla sobre el personaje de la película que no puede dejar que Mariel Hemingway se quede en Nueva York (que linda Mariel Hemingway y sus cejas y sus helados, lindísima), y no sabe apreciarla, y "no es capaz de ver que frente a sus narices hay alguien con quien podría ser feliz si tan sólo lograra desembarazarse de toda la carga de civilización que soportan sus espaldas". La verdad es que sobre esa "carga de civilización" vine leyendo - bah, intuyendo que lo decía - varias páginas, y de algún modo, ser joven es tener la suerte de estar despojado de la pesadez de esa "carga de civilización", "El excesivo equipaje que soportan [los personajes en la película, y esta nota es mía, yo, yo, yo, el traductor de Richard Schinkel! no, mentira, yo, la que escribo este blog, Victoria] y que los inmoviliza".

En parte, no, total y absolutamente, es una suerte ser joven. Sí. Obviamente que el equipaje se va acumulando, y que, en el fondo, a uno le gusta llevar un morral cargado de problemas, boludeces, dolores, dolores estúpidos, boludeces problemáticas, problemas en serio, etc etc, pero, bueno, por otro lado está la magia no? Y eso no se pierde, en realidad, es algo en lo que se tiene que confiar, o que se tiene que buscar, sí, se tiene que buscar.

"Si alguna esperanza nos queda en esta vida, ésa es la magia" (y acá se ponen a hablar sobre Alice y la poción que la hace invisible, aunque, a mi entender, la mejor parte es aquella en que se aparece la musa, y me hace reír mucho, pero bueno, no me acuerdo bien como era, pero, de algún modo, reírse mucho no es parte de la magia? no es pura suerte, un don?).

Y pienso: no, Allen no es por lejos un esotérico, o un ferviente religioso, es más, parece no creer en nada, pero sí, cree, en la suerte, en la magia, en lo mágico de la suerte, del devenir (acá increíblemente se me conecta con Nietzsche y su visión de la vida como tragedia pero justificada ya simplemente por ser un fenómeno estético - o sea, la belleza de la vida es lo que hace que valga la pena que sea vivida, de algún modo, la belleza es algo que siempre está y uno tiene que estar para ella, supongo, bueno, nada, dejemos Nietzsche para otro momento, pero, en fin, soy fanática de las disgresiones), y... bueno, la magia es comer cangrejo en un restaurantito con toldo a rayas en Manhattan.

Después me bajé del 130, caminé unas cuadras y descubrí un edificio nuevo, de Christophersen, que había pasado inadvertido ante mis ojos durante todo el año que caminé esa cuadra para venir al trabajo. No es que el edificio fuera particularmente deslumbrante, ni nada, pero bueno, lo miré, lo reconocí y me acordé. Ni sé de qué me acordé. Me acordé de que antes había visto otra casa, en otro momento, con esa firma, sí, ahora me acuerdo, un edificio hermoso, en una calle cuyo nombre no recuerdo, era hermoso, por ahí pasé con alguien con quien después no volví a pasar, y, más tarde y recorriendo la ciudad empecé a ver la firma que había en ese edificio en otros lados. En otros lugares hermosos. Había descubierto algo nuevo. Un detalle. No sé bien de qué, pero me puse contenta. Quizás es casi como un mensaje, una especie de señalización: "aquí, edificio bonito, historia noruega, etc etc". O un simple saludo, o qué se yo. Como encontrar hilos rojos en el piso, no sé, algunos miran eso, yo miro otras cosas, y encuentro conexiones, que no sé que sentido ni qué significado tienen, pero me ponen contenta. Quizás lo que me ponga contenta sea el no saber.

No saber, qué suerte.