Monday, November 13, 2006

Tedio e intriga en Piriápolis

Siempre empiezan igual las cosas que escribo, así que aquí está, la cosa escrita, de nuevo, saluda.

Hola, soy escritura.

Mientras lo que quiero decir va tomando forma, debo escribir algunas líneas, como precalentamiento, no sé bien en qué sentido, pero se hace necesario.

Quizás para evitar decir cualquier tipo de cosa interesante, o para generar intriga.

Aunque, digamos la verdad, es porque describir exactamente eso que se me había ocurrido es di fi ci lí si mo.

Enfin, trataba sobre el sentido de la belleza, belleza/tristeza, el mundo que gira y las boludeces grandiosas que suceden.
El fin de semana estaba dando una vuelta con la grandiosa Dido, por una feria, cuando ella - con ese extraño viraje al nihilismo que le agarra de tanto en cuanto - empezó a hablarme sobre el sentido de la vida, y para qué, y que tantas cosas (yo miraba un vestido de crochet, creo que ella también), tantas cosas, vestidos de crochet, sombreros, gente apurada, gente paseando, etc etc, para qué, qué sentido, para qué.
Para nada, pues! Estamos flotando en el espacio, y estamos completamente AL PEDO. Grandioso.
Y lo digo en serio!
"El mundo... lleno de cosas y cosas -creo que la persona imaginaria que cito aquí se refiere a los objetos tangibles y quizás más aun a los que no tienen una funcionalidad específica - que no nos sirven para nada... -ahí confirmé lo que pensaba, cosas inútiles- para qué, para qué, llenar el vacío con cosas, cosas, cosas."

En realidad el disparador de su viraje nihilista fue ver a un hombre bailando el tango solo. Se puso triste. Lloró (sí, Dido es un personaje imaginario, la verdadera Dido no me dejaría decir que lloró en público por tan "estúpida" cosa). Porque era triste, el señor, ahí, al costado de un banco, vestido de punta en blanco (de punta en blanco=florcita en solapa), con sombrero, sonriente, bailando, solo, con un brazo extendido como si estuviera abrazando a una mujer. Pero era una imagen hermosa también. Muy hermosa. En realidad, yo quería ir a bailar con él, pero me dio verguenza, y , además, no me creo muy buena para el tango. Nos quedamos mirándolo un buen rato, y pasaba gente por su lado, el trataba de invitarlos a bailar, pero no recibía respuesta, o, mas bien, un par de chicas se asustaron y empezaban a reírse y alejarse asustadas cada vez que el señor giraba.

Creo que lo que la hizo llorar - a este personaje imaginario del que les hablo, una chica muy linda, con cara de niña, esas caras risueñas que parecen reírse aunque no lo estén haciendo en realidad - era más que nada esa metáfora viva del amor perdido, del amor que no aparece, de buscar, dando vueltas y vueltas con los brazos extendidos abrazando el aire, sonriendo con esperanza, y con una flor en la solapa. Metáfora de la soledad quizás. Para consolarla le dije a mi amiga: "Seguro que en su casa lo espera su señora, es una señora gorda, muy gorda, y a veces baila con él, y lo quiere mucho". Nos reímos un poco. Pero creo que no pudimos evitar vernos bailando ahí. Uno siempre está bailando, al menos yo, y me parece fantástico (es que estamos flotando en el espacio, y, qué otra cosa se puede hacer más que disfrutar de la fuerza de la gravedad y demás milagros? Era bellísimo. Ir bailando, girando, sonriendo. Era muy triste, era un momento nomás. Pensé en la belleza y la tristeza, y, de alguna manera, sentí - pensé - que son dos caras de una misma moneda. Todo lo bello es por definición triste, melancólico. Quizás porque es efímero. O quizás porque una cosa nace de la otra.
La belleza y la melancolía serían algo así como una dupla inseparable, aunque, por ir de la mano con la belleza, la melancolía es también, bella.

Pensé también (antes de ayer, no sé por qué detallo fechas pero, bueno, fue antes de ayer) que, de alguna manera, no puedo parar de ver belleza. En todas las maravillosas cosas (ahora no es en el sentido en que lo decía en la "cita"anterior, sino en el sentido de cosas como parte de un todo, que tamizo a través de mi mirada). En todas las cosas. Un árbol. Un postre. Una amiga. Un cuadro. Un bailarín en la calle. El cielo. Los colectivos. Un carrito de café (mi preferido: "Batallita, el rey de la torta frita"). Francois Kupka - Kupka y sus cuadros con planos de color, a veces siento que veo las cosas así, con sombras de colores - , un cuadro de Sorolla que vi por segunda vez en un fascículo de Historia del Arte, todas las pinturas que me gustan vistas por segunda vez - se hacen mucho más impactantes, es casi como un reencuentro con alguien que te gustó mucho -. Las tortas fritas (me acuerdo de una que me comí en Uruguay, y, de nuevo, no entiendo esta manía del detalle), la sopa china del otro día, toooooooodos los vendedores de chucherías y las chucherías que venden, una planta en la calle Mendoza, la verdulería! Sí, las verdulerías son muy lindas. Aunque es más que nada por las frutas. Bueno, muchas cosas. Y las caras de la gente. Más que nada de cierta gente. En fin. Pequeños momentos. Que afortunadamente suceden muy a menudo, y siempre son más hermosas cuando hay sol, a la mañana.

Una máquina de mirar. Me siento una máquina de mirar. Es casi insoportable. La belleza, tan triste, con esa melancolía que a veces te aplasta tan fuerte que sentís que no podés soportarla. Ay, pero vale tanto la pena...
Y quizás la tristeza sea mucho más soportable que la belleza.


(el título no viene al caso, pero es nomás el título de una película que se me ocurrió)

3 comments:

Anonymous said...

Buenisimo VICK adhiero

Salu2
Ama :)

Anonymous said...

Tedio e intriga en Piriápolis? eso no es 'Whisky'?

Anonymous said...

Tenés una miráda dulce, pero, ...no de azúcar, sino de edulcorante. Que lindo mirás.