Thursday, September 14, 2006

(no lo escribí yo)

La ciudad es el hábitat de la soledad.
Nada más solitario que ella.
La gente camina, se cruza, se ignora.
Tan linda la ciudad, los edificios, la ciudad vacía.
Siempre está vacía, a no ser por ocasionales desviaciones.
Muy ocasionales, muy vacía.

Pareciera ser que el único espacio de intercambio es el virtual, lo que hace pensar:
existe el verdadero intercambio?
La virtualidad es ficción, simulacro. Entonces no. ¿Dónde está la interacción?

Ayer pasé por una iglesia, entré, porque sí. Había misa. Primera vez que no me asusté y me fui.
Estaban lejos, ya que la nave de San Francisco es muy grande. Se escuchaba el canto y se veía a la gente moverse mecánicamente. Yo miraba las bóvedas, no sé bien qué les decía.
La simetría del diseño de las baldosas de los pisos. Los santos desconocidos.
La pintura de 1911. La del ángel, esa siempre me gustó. Silencio.
Entré, porque sí, porque está abierto.

Y bueno, sí, es una exploración sobre el espacio público. La Iglesia Católica vendría a ser también un espacio público, es más, con horarios menos restringidos que los de la Plaza Alemania. Vamos a seguir viendo qué hay.