Parte II

Estoy en el campo. Aburridísima. El campo. El mismo desde hace 9 meses. Me vengo para acá los días en que la vida se me hace imposible. Tengo frío, acabo de ponerme un saco entallado que traje de Buenos Aires para acordarme un poco de ella. Ya van 4 días y me siento casi exiliada, más que nada porque los exilios son muy regulares, 4 - 3, 3-4 , 3-4. Los perros ladran. A unos metros del alambrado hay una vaca muerta porque no logró parir. Se quedará ahí hasta que se desintegre (aunque el olor nos mate a nosotros). Mariel me dice "salí a escuchar". No se escucha nada. Un auto pasa a lo lejos. Estamos varios kilómetros campo adentro, varios lejos del camino, más aun de la ruta. De noche asusta un poco, pero tiene un cielo estrellado increíble.
De día soy otra persona. No busco compañía en la computadora constantemente. Tengo mis perros, mis gatos. Hasta chanchos hay! El amor es fácil. Uno es difícil.

Hoy anduve en bici por el terreno embarrado y no me caí. Confianza, confianza, confianza. Un ternero quedó de nuestro lado del alambrado y su madre del otro. Mientras pedaleaba el ternero corría desesperado y daba hocicazos contra las púas hasta ensangrentarse. Más tarde a la noche lo vi saltar y reencontrarse con su madre. La noche me angustia. Acá. En la ciudad es distinto. Ahí es más un ¡Por fin! que un "Estoy sola".
Leo blogs horribles y pienso ¿por qué no volver a escribir, si cualquiera puede escribir? El razonamiento es erróneo. Debería desesperanzarme y guardarme dentro de una ostra. Pero bueno, la soledad me gana, los perros le ladran a no sabemos qué y no hay nadie a varios kilómetros a la redonda.

El pasto todavía está verde, aprendí a hacer un fuego y uso joggings todo el día. Como mucha carne, pero sigo prefiriendo las pastas. Hay una arboleda enorme de eucaliptus y algun que otro tala que te pincha. Pájaros, liebres, zorros, terneritos y la vaca muerta. También está mi papá.

Eso no es poco.